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jueves, 24 de enero de 2013

SINDICALISMO Y ECONOMÍA SOCIAL: CONDENADOS A ENTENDERSE


Después de muchos siglos de evolución, las personas estamos diseñadas genéticamente para buscar el beneficio propio. Pero en esta evolución hemos dado un salto cualitativo, y ha sido  cuando el individuo se ha dado cuenta de que el beneficio propio está en el beneficio del equipo, de la colectividad. Esto ha hecho que el ser humano viva en Sociedad y tienda a cooperar, ya que es más fácil subsistir como individuos si cooperamos.

La clase trabajadora nacida en la revolución industrial se dio cuenta enseguida de que la única forma de combatir  las condiciones sociales–laborales impuestas por la Revolución Industrial y el auge del capitalismo era su unión. En ese momento nace el Sindicalismo con el objetivo de mejorar colectivamente las condiciones de trabajo y  para defenderse de los abusos de los empresarios.

También nace en esos momentos el cooperativismo como una forma diferente de defender a la clase trabajadora, cambiando la dialéctica de confrontación con el empresariado por la de creación de empresas y generación de riqueza desde postulados diferentes.
 


El sindicalismo y la economía social, vidas paralelas que tiene que dejar de serlo

Dice el artículo 129.2 de la Constitución española: “Los poderes públicos promoverán eficazmente las diversas formas de participación en la empresa y fomentarán, mediante la legislación adecuada, las sociedades cooperativas. También establecerán los medios que faciliten el acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción.”

Es un artículo que me gusta especialmente, y que da mucho sentido a las posibilidades de cooperación entre la economía social y el sindicalismo.

El sindicalismo tiene como aspiración el que la clase  trabajadora organizada, sea capaz de dirigir la economía y ponerla al servicio de las personas, tal y como sugieren los principios de economía social: “Primacía de las personas y del fin social sobre el capital, aplicación de los resultados en función del trabajo aportado, promoción de la solidaridad interna y con la sociedad e independencia de los poderes públicos”.

El sindicalismo y la economía social, tienen ante sí varios retos:

• Buscar mecanismos de colaboración en los temas de mutuo interés.

• Analizar el papel del sindicalismo y de la economía social en estos tiempos de crisis

• Orientar a los trabajadores/as, ocupados y desempleados, sobre las posibilidades de asociarse en autoempleo colectivo.

Avanzar en estas líneas puede tener traducciones que pueden ser muy positivas, en cuanto a mejora de las condiciones de trabajo, formación de los trabajadores-as, salud y seguridad laboral, avanzar hacia producciones ecológicas, trabajar con criterios de responsabilidad social… Todo ello desde la participación y la implicación de las personas.

Desde la economía social debemos avanzar en profundizar en nuestro modelo de gestión y de hacer empresa. Es probable que en empresas de economía social, que han olvidado sus orígenes, se haya producido también “malas prácticas”, como ausencia de negociación colectiva, explotación de la mano de obra asalariada y, por tanto, ausencia de diálogo entre socios-trabajadores, asalariados, lo que ha contribuido en ocasiones a que haya habido reticencias en colaborar.

Pero una cosa está clara, la economía social y el sindicalismo deben encontrarse de forma efectiva, en la práctica del día a día, no solo en declaraciones de buena amistad. No podemos permitirnos seguir coexistiendo los unos al margen de los otros, porque las razones del inicio del movimiento sindical y de los movimientos asociativo-productivos-cooperativos son muy semejantes y los objetivos siguen siendo muy parecidos; asociar conocimientos, capacidades y recursos por parte de un colectivo de trabajadores/as y que tienen que ver con la sociedad del conocimiento, la investigación y el diseño de proyectos de todo tipo: industriales, de infraestructuras, y también de servicios a las personas y a las instituciones.

 

Pepe Albors         p.albors@fevecta.coop

jueves, 10 de enero de 2013

EL CONFLICTO ESTRUCTURAL EN LA COOPERATIVA


Definimos la cooperativa como una empresa que asocia voluntariamente a personas físicas, y que mediante la aportación de trabajo y capital realizan cualquier actividad económica lícita, con el objetivo de proporcionar a sus socios trabajo en las mejores condiciones laborales posibles.
En este sentido, la cooperativa representa un modelo de empresa en el que los objetivos económicos y empresariales se entremezclan con otros de carácter social. Por lo tanto, una cooperativa tiene una doble dimensión: la social y la empresarial.

La cooperativa es una sociedad formada por personas que son titulares de una empresa, donde trabajan las mismas personas que forman la sociedad.

Hemos de decir por tanto que, si la empresa cooperativa no es capaz de producir bienes y servicios y venderlos en el mercado siendo competitivos, la sociedad cooperativa no tendría sentido, porque la labor fundamental de la empresa es producir riqueza,  y la labor fundamental de la sociedad es decidir el reparto de esa riqueza con criterios democráticos y de responsabilidad social.

Por ese motivo, en la cooperativa no se da el conflicto que se da en la mayoría de las empresas de CAPITAL/TRABAJO, ya que éste no tiene sentido, al ser los miembros de la sociedad y de la empresas SOCIOS TRABAJADORES.
Por el contrario, el conflicto en la cooperativa se da entre SOCIO/ESTRUCTURA.

Desde FEVECTA defendemos que la cooperativa puede convertirse en un paradigma de empresa excelente y competitiva si sabe aprovechar los elementos diferenciadores respecto a otros modelos de empresas. Por ejemplo:
             - La identificación capital-trabajo
            - La participación en las plusvalías generadas: El equipo recibe el resultado de su propio esfuerzo
            - La participación democrática en los procesos básicos de decisión
            - La facilidad de implementar procesos de decisión descentralizados
            - La proximidad de la estructura técnica y la estructura societaria
            - La facilidad para identificar objetivos comunes para el desarrollo de la organización

Para que estos factores diferenciadores sean elementos de competitividad, ha de haber un entendimiento entre los miembros del triángulo COLECTIVO SOCIOS, CONSEJO RECTOR, ESTRUCTURA DIRECTIVA.

La mayor parte de los problemas que se producen en el seno de las cooperativas no son debidos a la naturaleza del hecho cooperativo, sino a la manera de cómo los socios, su estructura y sus consejos rectores funcionan.

El problema radica en que muchas veces estas ventajas competitivas que hemos mencionado, se convierten en inconvenientes:
             - La participación se convierte en “partipacionitis”: todos saben y opinan de todo (como en los debates de TV), las discusiones se hacen interminables pierden nivel técnico, los planes se discuten sin saber del tema, etc.
            - No hay conflicto capital trabajo: hay conflicto socio-estructura
            - La igualdad en la participación se convierte en igualitarismo ramplón: todos a cobrar igual… No hay definición de niveles de responsabilidad
            - El sentido de avance, de reto para garantizar la capacidad competitiva se pierde. Lo más importante es el corto plazo, ganar más, cobrar más retornos. El sentido de la inversión se diluye
            - No hay un cambio en la cultura organizativa: se entra en la cooperativa por una serie de circunstancias, pero ello no supone que uno se haga cooperativista

En definitiva, se quiere tener las ventajas de una situación cooperativa, pero sin asumir los retos y exigencias que supone una EMPRESA COOPERATIVA.

Muchas veces los cooperativistas se olvidan de lo más determinante: No hay cooperativa si la empresa no funciona.


Pepe Albors                     p.albors@fevecta.coop