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sábado, 29 de diciembre de 2012

LAS GALLINAS QUE ENTRAN POR LAS QUE SALEN


El título de este artículo, expresión tomada del humorista José Mota, me sirve para introducir un tema que es muy importante empezar a abordar por parte de las cooperativas, para anticiparse a posibles problemas que se pueden dar en el futuro, y me refiero al tema del Relevo Generacional en las cooperativas.

Cuando hablo de relevo generacional, hago referencia a todas aquellas situaciones de transición y renovación de las personas en los diferentes puestos y funciones de las empresas cooperativas, con el fin de garantizar la sostenibilidad del proyecto empresarial y cooperativo.

Hace un tiempo, se realizó en 9 cooperativas de enseñanza un estudio por parte de la consultora HEPTA, en el cual se dieron algunas claves para abordar este proceso y que voy a intentar sintetizar.

En el caso de las cooperativas, debido a que el socio ostenta una doble condición de persona socia y persona trabajadora, el relevo generacional implica mayores consecuencias tanto societarias patrimoniales, como laborales.

El Consejo Rector es el órgano que ha de liderar este proceso, bien por sí mismo, o nombrando una comisión.

En el momento tengamos un porcentaje mayor del 20% de personas mayores de 50 años en la cooperativa, deberíamos empezar a abordar la necesidad de planificar el proceso.

Los aspectos que debe abarcar dicho proceso son, fundamentalmente, los de definir y establecer unos protocolos de actuación, tanto para la entrada como para la salida de las personas socias, con el objetivo de que permanezca en la organización el “saber hacer” de las personas que la abandonan.



PROCESO DE SALIDA

La salida del socio, por la causa que sea, conlleva problemáticas asociadas de tipo económico-financiero, como la devolución del capital social, derechos de los socios sobre el valor de la empresa cooperativa (en este caso suele haber sorpresas y malos entendidos), la actualización de las aportaciones sociales, riesgo de descapitalización de la cooperativa… o problemas societarios y de gestión del conocimiento.

Por eso es importante definir un protocolo de salida, destinado a los socios próximos a extinguir su vinculación laboral con la cooperativa, que contemple los pasos preparatorios que se han de dar para llevar el proceso de la forma más armónica posible y que sea una guía de acompañamiento en el proceso, tanto para la cooperativa como para la persona.

A parte de cumplir con lo que estipulan la ley y los estatutos, también hay que reflexionar sobre cómo podemos personalizar posibles medidas de acompañamiento emocional al proceso de salida (plantear nuevas posibilidades de colaboración, posibilidad de convertirse en Asociado, participación en acciones formativas de preparación a la jubilación, homenajes, actos de reconocimiento, etc.)


PROCESO DE ENTRADA

Definir un protocolo que regule la entrada de nuevas personas a la cooperativa, que contemple de forma secuencial los procesos de integración:

          - Designación de una persona socia veterana como tutora
          - Realización del curso de Gestión Básica Cooperativa (que facilita FEVECTA)
          - Explicación clara de la cultura corporativa y explicación clara de los derechos y obligaciones que tendrá que asumir el nuevo socio, haciendo especial hincapié en la explicación de los estatutos de la cooperativa, así como del Reglamento de Régimen Interno.


Si diseñamos a tiempo y realizamos las actuaciones y procesos de forma eficaz y eficiente, ganaremos el reto de conseguir que el saber hacer –conocimiento acumulado en las personas y, por tanto, su fuente de aportación de valor-,  pase a formar parte del bagaje estructural de la cooperativa como organización en continuo aprendizaje, lo que, con toda seguridad, garantizará la sostenibilidad del proyecto empresarial cooperativo mas allá de nuestra vida en la cooperativa.



Pepe Albors                                   p.albors@fevecta.coop

jueves, 20 de diciembre de 2012

La economía del ‘sentido’ común


En el arranque de la actual crisis económica hubo algunas voces que se alzaron desde el mundo de la economía, la filosofía y la política para denunciar los graves abusos especulativos y los comportamientos poco éticos por parte de empresas y particulares, que habían conducido sin remedio a la situación ya por todos conocida. Esas voces reclamaban un cambio de modelo económico y productivo, que había de inspirarse también en un cambio de los valores que debían regir la sociedad para evitar repetir los mismos errores.

Con el tiempo esas voces han ido desfalleciendo. La vergonzante penuria por la que muchas personas atraviesan no está sirviendo de acicate suficiente para un mayor movimiento social de reivindicación que fuerce un cambio. El capitalismo está fuertemente inoculado en nuestra sociedad, en nuestras relaciones, en nuestro planteamiento de vida. Ha supuesto, es cierto, una gran generación de riqueza en las últimas décadas, pero ha generado también tal desigualdad entre países, entre personas, que resulta difícil defender la sostenibilidad de dicho modelo tal cual hoy lo conocemos dentro de un discurso sincero de responsabilidad social.

El sistema es imperfecto, de eso no cabe ninguna duda. Los discursos que desde las teorías neoliberales sacralizan precisamente la libertad del individuo para labrarse su propio futuro y que denostan la intervención del Estado para corregir los desequilibrios y desigualdades que indefectiblemente el libre mercado genera son los mismos que ahora piden los rescates a la banca. Y este es solo un ejemplo de las incoherencias existentes.



La discusión, sin duda, está servida, pero es en el debate de las ideas donde debemos buscar la respuesta para llegar a algún tipo de acción. Ha de ser un debate con altura de miras, eso sí; no vale eso de rechazarlo sin más porque el poder económico o los mercados no van a permitir que nada cambie, porque también en otros momentos de nuestra historia acabaron por caer otras estructuras en apariencia inamovibles poco antes.

Hace apenas dos años, Christian Felber, profesor de la Universidad de Económicas de Viena, planteó su alternativa a tanto desatino: La economía del bien común, un modelo económico completo basado en la cooperación, que se ha convertido ya en un bestseller (www.economia-del-bien-común.org) en Austria y Alemania y ha logrado ya tres ediciones en nuestro país (con permiso de las dichosas 50 Sombras de Grey). Felber, un maldito loco para unos y un genio para otros, propone hacer converger el capitalismo hacia los valores y principios éticos consagrados en las constituciones de las democracias occidentales como la dignidad humana, la justicia, la igualdad o la promoción y consecución del interés general. Propugna, así, incentivar a las empresas que se comporten de manera más cooperativa, más democrática, más solidaria, más ecológica y responsable mediante ventajas legales, fiscales, en el acceso a contratos públicos, a créditos blandos, etc. Por el contrario, se aplicarían impuestos y aranceles mayores a aquellas que menospreciaran los valores del bien común o produjeran en países o regiones donde no se respetan los derechos laborales básicos, o donde se esquilman los recursos naturales.

Felber llena así de valores la economía, proponiendo otra manera de construir las relaciones económicas, en la que se prima más que el dinero, el beneficio general que se revierte en el entorno. Ya hay 700 empresas que están poniéndolo en práctica y 45 organizaciones cívicas de Austria, Alemania, Suiza, Liechtenstein, Argentina, Honduras, EEUU, Gran Bretaña y España. En nuestra propia Comunidad, Muro de Alcoi, ya se ensayan iniciativas en este sentido. Hay mucho de esto en las cooperativas, a cuyo modelo empresarial podríamos acuñar desde aquí como un modelo empresarial del bien común.

Deberíamos, al menos, pararnos a pensar en todo esto: políticos, empresarios, trabajadores, consumidores, personas... Espolear a nuestros políticos a que sean receptivos a las esencias de este sistema, exijamos como ciudadanos y consumidores un modelo económico más equitativo. Creer en nuestra capacidad para cambiar las cosas y hacer de nuestra sociedad un lugar más habitable para las personas. ¿Acaso no es de sentido común?


Ana Real Sebastián                        ana.real@fevecta.coop

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Historias de aparcamientos y teorías X - Y

Douglas McGregor, en su obra El lado humano de las organizaciones (1960), describe dos formas de pensamiento en los directivos a las que denominó "Teoría X" y "Teoría Y". Son dos teorías contrapuestas de dirección:
La teoría X  presupone que el trabajador/a es pesimista, estático, rígido y con aversión innata al trabajo, evitándolo si es posible. El directivo piensa que, por término medio, los trabajadores son poco ambiciosos, buscan la seguridad, prefieren evitar responsabilidades y necesitan ser dirigidos. Y considera que para alcanzar los objetivos de la empresa, él debe presionar, controlar, dirigir, amenazar con castigos y recompensar económicamente. ¿Mouriño?
La teoría Y, por el contrario, se caracteriza por considerar al trabajador/a como el activo más importante de la empresa. A los trabajadores se les considera personas optimistas, dinámicas y flexibles. El directivo piensa que, por término medio, los trabajadores ejercen autodirección y autocontrol al servicio de objetivos con los que se sienten comprometidos. Las personas aprenden a aceptar y a buscar responsabilidades, son maduras y responsables y ponen su creatividad en la solución de problemas. ¿Guardiola?

Está claro que en las cooperativas todos son de la teoría Y, aunque muchas veces, dirigentes de cooperativas me dicen “yo confío en mis socio, pero…”
Ese pero oculta una forma de pensar en la que posiblemente se esté más de acuerdo con la teoría X que con la Y.
Pensando sobre este tema me vinieron al pensamiento dos historias que, de alguna manera, pueden estar relacionadas con estas teorías.
Historia parking
Francisco era dueño de su propio negocio y, durante los últimos meses, había detectado problemas continuos de puntualidad entre sus empleados.
Ante la imposibilidad de cambiar la situación, contactó con un asesor externo.
La empresa tenía un amplio parking propio, ya que en la zona existían muchos problemas para encontrar aparcamiento por la mañana.
El asesor, sin llegar a hablar con los empleados, le dijo que eso tenía fácil solución y se puso a trabajar en ello. La puntualidad empeoró durante los primeros tres días, aunque de forma casi milagrosa experimentó una mejora notable en las jornadas siguientes, hasta resolverse totalmente.
El parking contaba con 20 plazas para 15 empleados. Ahora se habían puesto unas vallas y se habían reducido a 10 plazas.
Con el cambio, los trabajadores se daban prisa para asegurarse una plaza, porque de no lograrlo tendrían que buscar sitio por la zona.  Por eso ahora llegaban pronto para no quedarse sin plaza.

Historia de un ingeniero Argentino que trabaja en la Volvo
La primera vez que fui para Suecia, en 1990, uno de mis colegas suecos me recogía del hotel todas las mañanas. Estábamos en el mes de septiembre, con algo de frío y nevisca.

Llegábamos temprano a la Volvo y él estacionaba el coche muy lejos de la puerta de entrada (son 2.000 empleados que van en coche a la empresa). El primer día no hice comentario alguno, tampoco el segundo, o el tercero.

En los días siguientes, ya con un poco más de confianza, una mañana le pregunté a mi colega: "¿Tienen ustedes lugar fijo para estacionar aquí?, pues he notado que llegamos temprano, con el estacionamiento vacío y deja el coche al final de todo...".

Y él me respondió simplemente: "Es que como llegamos temprano tenemos tiempo para caminar, y quien llega más tarde, ya va a llegar con retraso y es mejor que encuentre lugar más cerca de la puerta. ¿No le parece?" Imaginen la cara que puse.

En el día a día, en nuestras cooperativas los socios/as toman decisiones que están influenciadas por su forma de pensar y esta forma de pensar responde en esencia a si nuestro objetivo es satisfacer necesidades individuales por encima del bienestar del grupo, o por el contrario pensamos en el bien común y de paso satisfacemos nuestras necesidades individuales.
En este sentido la naturaleza, que dicen que es muy sabia, ha demostrado que, a corto plazo, “ganan” los depredadores, pero que a largo plazo “ganan” los cooperadores.
¿Tú qué tipo de socio eres?

Pepe Albors                  p.albors@fevecta.coop