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miércoles, 18 de diciembre de 2013

21 gramos:¿Las cooperativas tienen alma?

Hay una famosa película de AlejandroGonzález Iñárritu que se llama “21 gramos”. El título de la película hace referencia  a un trabajo realizado por el Dr. DuncanMacDougall, quien al comienzo del siglo XX realizó una serie de experimentos para probar la pérdida de peso provocada supuestamente por la partida del alma del cuerpo, al morir. MacDougall pesó pacientes moribundos en un intento por probar que el alma es tangible, material y por ende mensurable. Estos experimentos difícilmente pueden ser considerados científicos, y a pesar de que los resultados variaron considerablemente de 21 gramos, dentro de la cultura popular esta cifra se ha convertido en sinónimo de la medida de la masa del alma.

No creo en que el alma sea mensurable en el ser humano, pero sí creo que algunas empresas tienen alma. Estoy convencido de que las cooperativas tienen algo que no tienen las otras empresas: tienen alma.

El alma, de acuerdo con muchas tradiciones religiosas y filosóficas, es el componente espiritual de los seres vivos. En esas concepciones, el alma incorpora el principio vital o esencia interna de cada uno de esos seres vivos, gracias a la cual estos tienen una determinada identidad, no explicable a partir de la realidad material de sus partes.

Una cooperativa es una empresa con alma, ya que se fundamenta en unos principios y valores que las hacen únicas y diferentes al resto de las empresas.
Partenón cooperativa     Jose Real

Pero… ¿dónde reside el alma en las empresas? Lo que tengo claro es que en las cooperativas el alma reside en las personas socias de la cooperativa. Personas capaces de comprometerse con un proyecto común, que les permite aportar lo mejor de sus capacidades y saber hacer, al servicio de un proyecto común que va más allá de sus intereses y que se incardina en una comunidad local.

Una cooperativa ha de tener personalidad, se la tiene que ver venir de lejos,  ser reconocible, distinguirse de las demás empresas. En definitiva, tiene que desarrollar un proyecto capaz de enamorar a sus socios/as para que estos den lo mejor de sí mismos.

Una cooperativa con alma será una empresa productiva y competitiva que garantizará el trabajo de calidad para sus socios/as. Será una empresa diferente de cualquier otra. Tendrá en su esencia el motor que provoca interés, generando energía y voluntad en las personas que participan en ella.

Necesitamos profundizar en nuestros principios cooperativos: democracia participativa, intercooperación, educación y formación, desarrollo sostenible, compromiso con lo local, autonomía financiera. Sólo desde la asunción sin cortapisas de nuestros principios, estaremos en condiciones de dotar de esencia y sentido a nuestro proyecto empresarial cooperativo. Decía el Padre Jose Mª de Arizmendarrieta que el cooperativista no nace, sino que se hace. Así pues, debemos construir nuestros proyectos empresariales cooperativos día a día, con el objetivo de llevar nuestros principios cooperativos a nuestra realidad empresarial. Sólo así conseguiremos diferenciarnos del resto de las empresas y posibilitar el tener un proyecto empresarial sostenible en el tiempo.



Pepe Albors                p.albors@fevecta.coop

jueves, 6 de junio de 2013

COOPERATIVAS:VAGOS Y SIMPÁTICOS

En artículos anteriores aparecidos en este Blog, he hablado de los socios tóxicos, socios funcionarios, socios mercenarios y ahora voy a hablar de los socios vagos y simpáticos, como reza el título de este post.

No, realmente no voy a catalogar a los socios de las cooperativas como vagos o simpáticos, sino que voy a hacer un símil entre la empresa y el cuerpo humano como sistemas que son.

El ser humano tiene doce pares de nervios que emergen del cráneo (los demás nacen de la médula espinal). Los nervios craneales controlan principalmente lo que ocurre en la cara y el cuello, pero el décimo par llega mucho más allá. Este nervio nº 10, llamado “nervio vago”, influye en el cuerpo y el cerebro mucho más de lo que la mayoría de las personas creemos.

Los nervios que nos relajan

En terminología médica, el “sistema nervioso parasimpático” es el responsable de promover y mediar en aquellas funciones que permiten al cuerpo relajarse y lentificarse. Por el contrario, el “sistema nervioso simpático” induce en el cuerpo humano los mecanismos necesarios para afrontar el estrés y los estados de defensa, aumentando el ritmo cardíaco y la presión arterial, preparándonos así para la actividad, sea ésta física o intelectual, estimulando la segregación de la adrenalina. A este “sistema nervioso parasimpático” también se le llama “sistema nervioso vagal”, ya que su nervio principal es el nervio vago. Éste permite que el cuerpo se relaje, ralentiza el ritmo cardiaco, disminuye la tensión arterial y regula la digestión y el sueño.

En mi opinión, en nuestras empresas cooperativas deberíamos dotarnos de un sistema nervioso similar al del cuerpo humano, que nos permita en los momentos de cambio dar una respuesta rápida y aumentar el estrés de la organización para poner a ésta en un funcionamiento óptimo.



En muchas ocasiones, cuando en las empresas ponemos en marcha la maquinaria para dar respuestas a los cambios producidos en el entorno, ya hemos llegado tarde. Deberíamos disponer de automatismos que nos señalen que las cosas están cambiando y poner a toda la organización con el estrés suficiente para dar la respuesta más adecuada en el tiempo justo. Para ello tenemos que tener algo similar al sistema nervioso SIMPÁTICO.

El problema es que no podemos mantener la organización siempre tensa, ya que corremos el peligro de “romper la cuerda” y situar a la empresa en un punto crítico de difícil retorno. Para ello, nuestra empresa debería tener un sistema como el sistema nervioso parasimpático, y debería entrar en funcionamiento el nervio vago, que se va a encargar de volver a la empresa a un ritmo adecuado, es decir, a la reflexión, a recuperar y empoderar a los miembros de la misma. En definitiva, nuestra empresa debe en ciertos momentos serenarse, prepararse formarse, descansar activamente para preparar a todos sus miembros para cuando se detecten situaciones de cambio que requieren una rápida respuesta. Evidentemente este relax no debe conducirnos a un ritmo tan lento que la organización se desmaye, ya que será peor el remedio que la enfermedad.

Sé que cada vez más los cambios se producen con mayor celeridad y esto nos está obligando a entrar en una carrera que no tiene fin. No debemos caer en la trampa de intentar dar respuesta a todos los cambios de forma continuada, tenemos que recuperar el equilibrio y la armonía, debemos tener los dos sistemas, el simpático y el parasimpático bien afinados para ir controlando el ritmo de nuestra organización.


Por eso propongo que en nuestras empresas cooperativas se nombre al socio Vago encargado de poner en marcha el sistema parasimpático y también al socio Simpático.


Pepe Albors                          p.albors@fevecta.coop

miércoles, 1 de mayo de 2013

Cooperativas, Groucho Marx y las partículas de Majorana


Como decía Groucho Marx,  “la principal causa del divorcio es el matrimonio”. Así ocurre también en las cooperativas, la principal causa de su disolución es la cooperación. Especialmente la cooperación mal entendida o la mala cooperación.

Esto me ha recordado una noticia que leí sobre las partículas de Majorana. El pasado año 2012, el año en que se descubrió el Bosón de Giggs, unos científicos holandeses lograron la primera evidencia de la existencia de unas partículas subatómicas denominadas de Majorana, en honor al científico italiano que propuso su existencia. Estas partículas tienen la propiedad de actuar como su propia antimateria y aniquilarse a sí mismas.

Ésto me ha hecho pensar si en las cooperativas a veces no ocurrirá lo mismo. Desde hace tiempo he observado este fenómeno en algunas de ellas; la capacidad de aniquilarse a sí mismas. Me pregunto si las cooperativas, al igual que las partículas de Majorana, serán al mismo tiempo cooperativas y anticooperativas, que al final acaban destruyéndose a sí mismas.

Entre los muchos casos que podría relatar de cooperativas que han acabado autodestruyéndose,  recuerdo el caso en el que en una cooperativa se votó, por parte de la asamblea, solicitar un crédito para pagar las pagas extraordinarias a los socios, en una época de crisis económica y baja solicitud de pedidos, a pesar de la negativa del Consejo Rector y la dirección. Decisiones como ésta  supusieron el principio del fin de esa cooperativa. Podría relatar otros muchos casos en los que las cooperativas han tomado decisiones que, a priori, cualquier socio de la misma aplicando el sentido común nunca hubiese tomado, pero que colectivamente acaban tomando y ejecutando.



¿Es posible que en el ADN de la cooperativa esté su propia destrucción como empresa? Lo que nos hace fuertes como empresas, es decir, la democracia participativa y la cooperación de sus miembros, a veces es lo que nos mata como empresas. Cuando la participación deviene en “participacionitis”, cuando sus miembros no cooperan desde la igualdad y la responsabilidad, sino desde la suma de egoísmos compartidos, se dan las circunstancias propicias para la autodestrucción.

Participar y cooperar no es fácil, se necesita de un aprendizaje previo. Muchas personas llegan al mundo de la cooperación con ideas y expectativas falsas, la igualdad se convierte en ocasiones en igualitarismo ramplón, no hay niveles de responsabilidad, etc. Como decía Jose María de Arizmendiarreta, impulsor del fenómeno cooperativo de Mondragón: el cooperativista no nace, sino que se hace.

En el proceso de cooperar hace falta mucha comunicación y hay que tener  habilidades sociales para que esta comunicación sea efectiva. No es fácil, pero la buena noticia es que se puede aprender. Por eso es fundamental la formación permanente de las personas socias de la cooperativa.

Pero pese a las dificultades que conlleva la cooperación, hay que recordar el dato de que las cooperativas tienen un nivel de mortalidad mucho más bajo que la empresa de capital.

¿Es tu cooperativa una cooperativa Majorana?


Pepe Albors             p.albors@fevecta.coop

martes, 23 de abril de 2013

DISENTIR ES DE SABIOS


Cada vez parece más difícil alcanzar la sabiduría. Me explico: En un mundo en el que los avances tecnológicos y científicos se aceleran hasta el punto de que somos incapaces no ya de entenderlos, sino de asumir siquiera el hecho numeroso de los ingentes hallazgos que se publican a diario, así como sus correspondientes repercusiones en nuestra vida cotidiana, parece haber mayor exigencia intelectual a la hora de alcanzar la noble condición de persona sabia.

No querría pensar que los sabios, esas personas a las que atribuimos una especial manera de interpretar el mundo y que atesoran profundos conocimientos en una o varias materias, ciencias o artes, están en vías de extinción. Porque los sabios son valiosos, aunque no coticen en bolsa o seguramente por ello. Son referente y guía, casi siempre de manera involuntaria, para la ciudadanía responsable que se mira en ellos a la hora de ser y de actuar en un mundo complejo, por el que cada vez nos es más dificultoso transitar.

Con la muerte hace unos días de José Luís Sampedro, perdemos a otro de esos sabios. Este economista, escritor y pensador se había convertido en un referente moral para muchas personas y colectivos sociales. En estos tiempos de codicia y desmesura, Sampedro escribía y hablaba de la importancia de poner a la persona y su bienestar en el centro de la economía, de la vida. Era un pensador crítico, icono intelectual de los indignados en nuestro país, que alzaba la voz, siempre con cordura y discreción, para denunciar las injusticias sociales, las actitudes insolentes de los prepotentes y las políticas que se desvían del bien común.



De entre todo lo que se ha escrito de Sampedro tras su muerte, me quedo con una palabra que se ha utilizado para definirle, para loarle: Disidente. Necesitamos más disidentes, más sabios que se salgan del dictado, que cuestionen las directrices y los discursos que van conformando un pensamiento único. Necesitamos referentes que vengan a sustituir a los que se van yendo, porque sin ellos, me temo, estamos perdidos.

Sampedro formaba parte de una generación irrepetible. Una generación que atesoró sabiduría como fruto de vivir en primera persona acontecimientos sociales, económicos y políticos que han sido trascendentes para nuestra historia. La vida se puede vivir de muchas maneras; los hechos y acontecimientos te pueden dejar huella, puedes aprender de ellos, o por el contrario puedes ser ajeno a todo. Y la generación de Sampedro vivió cinco regímenes políticos distintos y una terrible guerra civil, algo que quizá imprimió en ella una especial sabiduría que no veo en generaciones posteriores.

Pues bien, quedémonos con el mensaje humanista de Sampedro, con sus enseñanzas, su literatura, su visión de una economía más humana y más justa. No es fácil cambiar las cosas, tampoco en democracia, y menos para que perduren, pero sólo desde las ideas y la razón es posible hacerlo. Por eso necesitamos referentes, sabios… Gracias Sampedro. Adiós, maestro. 


Ana Real                    ana.real@fevecta.coop

martes, 9 de abril de 2013

¿ES MOURINHO UN BUEN LÍDER DE EQUIPOS?


Analizando la actualidad futbolística de este país, que nos inunda de manera permanente desde los medios de comunicación, y en especial la que se centra en el Real Madrid con su entrenador Mourinho a la cabeza, se me ha ocurrido reflexionar en qué medida el señor Mouriño es  o no un buen líder dirigiendo equipos.

Mi conclusión anticipada es que Mourinho es capaz de liderar equipos y obtener un alto rendimiento de los mismos, pero sólo en el corto plazo, ya que a largo plazo, por su forma de ser y dirigir, acaba generando desconfianza y falta de respeto entre él y su equipo.

En cualquier equipo hay conflicto, la existencia de conflicto es algo natural, lo que puede destruir a éste es la forma de gestionarlo, y para ello es fundamental el RESPETO MUTUO; sin éste no hay diálogo, no hay escucha y no hay comunicación que produzca entendimiento y aprendizaje.

Lo que convierte al conflicto en una fuerza destructiva es la ausencia de respecto.

La tarea de la dirección consiste en canalizar el conflicto y convertirlo en constructivo, mediante el desarrollo y el mantenimiento de un clima de confianza y de respeto mutuo.
Lo que enriquece a un equipo son las diferencias. Si todos somos iguales, todos pensamos igual, no somos realmente un equipo. La visión única nos convierte en un equipo empobrecido.

Lo que une son las diferencias, nos unen las cualidades que cada uno de los miembros del equipo posee y de las que los otros carecen. Sin embargo, cuando formamos un equipo, se establece una unidad de organización que conlleva unos objetivos que hay que lograr. En muchas ocasiones, al intentar hacer converger las diferencias surge el conflicto, que dependiendo de cómo se maneje, puede hacer madurar esa relación, o llevar al desastre.

Como decimos, el conflicto de intereses puede destruir a cualquier equipo. No se trata de que nos comprendamos los unos a los otros. Nos comprendemos pero simplemente no nos ponemos de acuerdo, porque la decisión tomada puede que  no beneficie nuestros intereses personales.


Para llevar adelante  las decisiones personales dentro de un equipo, tienen que existir unos intereses comunes, un clima ganar-ganar. Este clima no puede existir eternamente a corto y a largo plazo, es normal que las personas que forman el equipo crean que existe una situación ganar-perder.

Es imposible que todos los miembros de un equipo perciban al mismo tiempo que están “ganando”.  A veces se tiene la sensación de que se aporta más de lo que se recibe, pero se está dispuesto a hacer un sacrificio porque se confía que en otro momento serán otras las personas que se sacrificarán. Ésto es lo que hace que el equipo se mantenga cohesionado.
Para superar esta dificultad, es clave la visión de ganar–ganar a  largo plazo.

Para que las personas continúen estando comprometidas con el equipo a largo plazo, deben percibir que el equipo también está comprometido con ellos a largo plazo. Tienen que tener la confianza de que ciertos sacrificios que puedan estar haciendo ahora, se verán recompensados más adelante.

La CONFIANZA MUTUA es la clave para combinar los intereses del corto y largo plazo, y confiamos en que una persona cuyos intereses son diferentes a los nuestros, nos pueda compensar en el futuro.

En mi opinión el Sr. Mourinho por su manera de ser, no ha sido capaz de generar una comunidad de intereses compartidos a largo plazo en su equipo, y cuando los jugadores han entendido que les ha faltado al respeto criticándoles en público, y han percibido que Mouriño sólo intenta ganar él a costa de sus jugadores, se ha roto la confianza mutua. En este sentido se han puesto los cimientos para el fin de la relación. Esperemos y tiempo al tiempo.

¿Pero… quizás algo de esto mismo no pasa en nuestras cooperativas?

Pepe Albors                         p.albors@fevecta.coop

jueves, 14 de marzo de 2013

Emprendimiento, Educación y Formación

Desde hace tiempo se viene hablando de la ley del emprendedor, y parece ser que en breve es posible que se publique.

Por lo que conocemos de ella, se va a hacer hincapié especialmente en favorecer el emprendimiento en las personas desempleadas.


En mi opinión, donde realmente hay que poner un mayor énfasis, es en el de fomentar el espíritu emprendedor desde las etapas educativas  de primaria y secundaria.


La escuela es un espacio compartido y plural, cuya finalidad es formar al ciudadano para vivir en la sociedad, donde el alumno tiene que encontrar valores como: autonomía, responsabilidad, libertad, amplitud de miras, diálogo, saber compartir, iniciativa, asumir riesgos, opinión personal, inferir y transferir ideas, valorar otras ideas, aprender a evaluar, aprender la riqueza del pluralismo... valores, todos ellos, necesarios para vivir su vida adulta y asumir su lugar en la sociedad.



Es decir,  la escuela debe preparar a los futuros ciudadanos para vivir en sociedad.

Pero un elemento fundamental para insertarse en la sociedad, es hacerlo a través de la inserción en el mercado laboral. En este sentido, la inserción en el mercado laboral la podemos hacer de tres formas diferentes; accediendo a la función pública, como trabajadores asalariados, o como empresarios.


Vivimos en un estado social de derecho, donde la fórmula económica consagrada en nuestra Constitución es la libertad de empresa en el marco del libre  mercado. Dentro de los grandes modelos organizativos de la sociedad podemos destacar El capitalismo  y El socialismo. 
Cada uno de los modelos tiene ingredientes que lo hacen atractivo; el capitalismo pone énfasis en la creación de riqueza. El socialismo en el reparto de la misma. El capitalismo no atiende sobradamente a los desfavorecidos, mientras que el socialismo no premia sobradamente a las personas emprendedoras. Por ese motivo, si nuestro sistema productivo pone más énfasis en uno de los modelo que en el otro, se generan desequilibrios que al final acaba pagando una parte de la sociedad.

En estos momentos estamos viviendo una crisis económica  de magnitudes  considerables, y la respuesta que se está dando desde las economías occidentales es la de apostar por la reactivación económica a costa de flexibilizar al máximo las relaciones laborales. Es decir, hemos apostado por un ajuste vía salarios para ser más competitivos y para retornar a la senda del crecimiento y creación de riqueza.


La pregunta, cuya respuesta nos puede hacer más competitivos, no es ¿cómo deben ajustarse los salarios?, sino ¿cómo podemos ser más competitivos? Y todo aquel que quiera ser parte de la solución debería tratar de responder a esta pregunta.


Para ser más competitivos debemos ser más innovadores. “La innovación no asegura el éxito, pero la falta de innovación sí asegura el fracaso”.


Otro requisito para la mejora de la competitividad, es apostar por la iniciativa emprendedora, y en estos momentos España se sitúa a la cola de Europa en este aspecto.


Es por eso que debemos formar a nuestros jóvenes en el fomento del espíritu emprendedor.


¿Pero qué modelo de actitudes emprendedoras debemos potenciar desde la escuela? ¿La de la competitividad exacerbada y depredadora donde sólo se pone el énfasis en enriquecerse a costa de lo que sea? ¿Se supone que ésto generará al final riqueza para todos? ¿Tal vez por el contrario debemos apostar por la creación de riqueza en el marco de la responsabilidad social, donde se ponga el énfasis en la generación de riqueza y su distribución solidaria  para todos los que han contribuido a su generación?


En mi opinión, creo que en estos momentos el único modelo económico productivo que puede mantener un desarrollo sostenible de creación de riqueza a largo plazo es el de la ECONOMÍA SOCIAL.


La naturaleza, que es muy sabia o eso dicen, nos ha demostrado que A corto plazo ganan los depredadores, pero a largo plazo ganan los cooperadores. 

Pues en el mundo de la economía es el momento de  los cooperadores.

Desde la economía social tenemos la responsabilidad de ofrecer y difundir nuestra manera de entender el hecho económico, así como formar a los futuros ciudadanos de este país en actitudes y competencias emprendedoras que tengan como base el emprendimiento en grupo, y el emprendimiento social.


Emprender en grupo es más rentable, por dos razones muy simples; en primer lugar, el fundador solitario no sabe “de todo” y en segundo lugar, es probable que tarde o temprano éste necesitará de un equipo para hacer crecer su negocio. Es ahí donde el potencial de la economía social y el emprendimiento en grupo toma todo su sentido. Hay que fomentar valores como el trabajo en equipo, entendiendo como equipo a un grupo de personas que compartan los mismos valores. Personas que coloquen por delante de sí el negocio y el grupo y que de manera permanente alimenten con nuevas ideas, creatividad, racionalidad, experiencia y mucho trabajo el proyecto empresarial.


Pues todo esto lo tenemos que empezar a hacer ya desde la escuela.

Pepe Albors                         p.albors@fevecta.coop

jueves, 14 de febrero de 2013

¿SABEMOS TRABAJAR EN EQUIPO EN LAS COOPERATIVAS?


Las cooperativas por definición son empresas participativas, democráticas, donde las personas que trabajan en ellas cooperan y trabajan en equipo, pero ¿es esto realmente así en la práctica diaria de nuestras cooperativas? ¿Aprovechamos realmente la potencialidad y las oportunidades que nos brinda la fórmula cooperativa para trabajar en equipo? ¿Somos capaces en las cooperativas de convertir en ventaja competitiva nuestros principios cooperativos? ¿Somos capaces de hacer equipos sinergéticos de alto rendimiento?

La realidad es que creamos cooperativas o entramos a formar parte de ellas y se presupone que ya debemos saber trabajar en equipo, y que desde los presupuestos de la participación en igualdad que consagran las leyes y principios cooperativos, el trabajo en equipo y la armonía del mismo vendrán por sí solos. Desafortunadamente esto no es así y la realidad nos demuestra que para trabajar bien en equipo hay que aprender y también hay que desaprender, especialmente malas prácticas y rutinas improductivas.

Si queremos ser empresas cooperativas que hagan de sus valores una verdadera ventaja competitiva, que nos sirva para ser empresas líderes en los sectores y ámbitos de actividad donde desarrollamos nuestra actividad económica, debemos aprender a trabajar realmente en equipo.



El trabajo en equipo en las cooperativas es algo consustancial a la misma, pero al mismo tiempo es diferente al de otras empresas no participativas o de capital. Los procesos de toma de decisiones y los procesos de ejecución de las decisiones tomadas son distintos. Por una parte, el proceso de toma de decisiones en la cooperativa es democrático y participativo, y el proceso de ejecución de las decisiones tomadas no se puede hacer sólo en base a la Autoridad y el Poder, aunque éstos estén totalmente legitimados y sean democráticos, sino que hay que utilizar más la capacidad de influencia y liderazgo, para hacer que las cosas que hemos decidido hacer, se hagan de forma realmente satisfactoria y sin generar conflicto.

Los conceptos de Autoridad, Poder e Influencia no suelen estar bien conjugados en la cooperativa. Para ello vamos a tratar de dar una definición de estas palabras en términos organizacionales que nos ayuden a conjugarlos adecuadamente en aras a conseguir un verdadero trabajo en equipo.

La autoridad está relacionada con el concepto de legitimidad, lo que hace que lo requerido sea aceptado por las personas socias.

La máxima autoridad en una cooperativa la tiene la asamblea soberana y es ella la que elige al órgano de gobierno que es el Consejo Rector, quien detenta el Poder de gobierno de la sociedad.

El Consejo Rector nombra normalmente a la persona que se hará cargo de la dirección y esta persona a su vez elegirá a su equipo directivo, que será responsable de las distintas áreas de la empresa cooperativa.

La dirección y su equipo son los responsables de ejecutar las decisiones que emanan de la Asamblea y/o Consejo Rector, y es ahí donde debemos tener personal directivo capaz de utilizar la Influencia para la ejecución de las decisiones. En este sentido, definiremos influencia como la capacidad que tiene la persona para conseguir que alguien haga algo sin utilizar la autoridad ni el poder. Por lo general la influencia nace de la información que convence a la persona que deseamos dirigir para que actúe de la forma deseada.

En una empresa cooperativa es muy difícil llevar a cabo las cosas a través del ejercicio de la Autoridad o el Poder. Se ha de tener como comúnmente se dice, mucha mano izquierda para ejecutar las decisiones tomadas sin herir ningún tipo de susceptibilidad.

Se ha de crear un clima de ganar-ganar, es decir, que todas las personas socias sientan que ganan. Este clima no puede existir eternamente, a corto y largo plazo. Es normal que en un momento dado las personas crean que existe una situación ganar-perder y de desigualdad en el seno de la cooperativa.

Por eso es importante que las personas socias continúen estando comprometidas con la cooperativa a largo plazo. Por ese motivo deben percibir que la cooperativa también está comprometida con cada uno de los socios a largo plazo. Deben tener una visión de la cooperativa en la que los aspectos ganar-perder del corto plazo queden eventualmente compensados por una situación ganar-ganar. Tienen que saber que los sacrificios que están haciendo ahora tendrán más adelante su recompensa. Así realmente se conseguirá un buen trabajo en equipo.
 
 
Pepe Albors                            p.albors@fevecta.coop
 

viernes, 1 de febrero de 2013

EUROPA BUSCA EMPRENDEDORES


Por primera vez hay en Europa más de 25 millones de personas sin empleo, según fuentes de la Unión Europea, y crece la preocupación por la dificultad existente para recuperar los niveles de competitividad anteriores a la crisis. De hecho, en España, con un 26% de la población activa en paro, tenemos casi tantos desempleados y pensionistas como trabajadores en activo -Los nueve millones de pensionistas y los seis de desempleados se acercan cada día más a los 17 millones de ocupados-. Estas cifras arrojan un panorama desolador y preocupante por las consecuencias económicas y de precarización de la cohesión social de la ciudadanía.

Desde algunos sectores se invoca la necesidad de continuar ahondando en la moderación de los costes laborales (o sea de los salarios) y de avanzar en la flexibilidad laboral aún más para ser más competitivos, lo que puede suponer ajustes de jornadas, flexibilidad de horarios y, nuevamente, reducciones salariales. Y todo ello, sumado a la pérdida de derechos laborales que la clase trabajadora ya arrostra tras la entrada en vigor de la nueva legislación laboral.

Todo esto suena a más precariedad se tenga o no se tenga empleo. El mensaje es: Como las cosas van mal, si quieres trabajar, hay que apretarse el cinturón. Protestar no tiene sentido. Es tiempo de trabajar, no de quejarse. Si no, mira a los que no tienen empleo y agradece tenerlo.

No crean, esos mensajes acaban calando en la ciudadanía. Pero, frente a eso también cabe adoptar otras actitudes, optar por otras formas de actuar, cambiar de planteamientos.  

Desde luego como ciudadanos, debemos exigir a nuestros políticos mayor altura de miras y mayor competencia para solucionar la crisis sin que ello suponga una fractura del cuerpo social, que ahonde en las diferencias entre personas o colectivos de manera vergonzante. Hay que exigir que se implementen medidas reales para revertir el escenario económico actual de acuerdo a una política pensada y orientada a hacer sostenible nuestro sistema productivo.  

En este punto, la Comisión Europea (CE) ha dado un paso importante. Hace unos días ha presentado su Plan de Acción sobre Emprendimiento 2020, en el que apunta la necesidad de aumentar los emprendedores en Europa. “El emprendimiento es un importante motor de crecimiento económico y de creación de empleo”, dice el informe. Y, por eso, el Plan propuesto plantea una visión renovada y varias medidas de apoyo al emprendimiento, tanto a escala de la UE como de los Estados miembros. Se basa en tres pilares:

1. Educar y formar en materia de emprendimiento para promover el crecimiento y la creación de empresas.

2. Reforzar las condiciones marco para los emprendedores, eliminando las actuales barreras estructurales y prestándoles apoyo en las fases cruciales del ciclo vital de la empresa.

3. Dinamizar la cultura del emprendimiento en Europa: crear una nueva generación de emprendedores.

Sin embargo, la CE detecta en su informe barreras objetivas a la creación de iniciativas emprendedoras en Europa y propone a los Estados miembros medidas para eliminarlas de manera que convertirse en emprendedor, lejos de disuadir a cualquiera, sea una opción atractiva para los ciudadanos y permita volver a crear actividad económica y empleo.
Esta misma semana, la Conselleria de Economía, Industria, Turismo y Empleo ha abierto un período de consulta con los diferentes agentes económicos y sociales para culminar una nueva Estrategia de Política Industrial Visión 2020 en este semestre que, como ha explicado su titular, “se trata de un documento que sentará las bases de una nueva planificación en materia industrial que contribuirá de forma decidida a establecer el nuevo ritmo de crecimiento de la economía valenciana en los próximos años”.

Dicho plan plantea, como ejes fundamentales, recuperar el peso de la industria a través de actividad de mayor valor añadido que genere empleo estable e incorporar de forma explícita el fomento del emprendimiento.

Por tanto, si está tan claro lo que hay que hacer, si existe una coincidencia meridiana por parte de los diferentes centros de decisión política y administrativa ¿A qué tanta demora? ¿A qué tanto recelo por ajustar a las actuales necesidades los esquemas tradicionales de representación y acción de los agentes sociales y económicos?

Hay que empezar a invertir en emprendimiento. Hay que invertir recursos y esfuerzos para aprovechar sinergias. Son muchas las oportunidades que se pueden encontrar en la puesta en marcha de fórmulas de autoempleo. Las cooperativas de trabajo por ejemplo, que desde este mismo mes se pueden constituir con dos socios trabajadores. Es una oportunidad para arrancar muchas iniciativas económicas de manera compartida y en igualdad, y para que los socios trabajadores puedan decidir sobre sus propias condiciones laborales.

Europa busca emprendedores, pero habrá que facilitarles el camino.


Ana Real                           ana.real@fevecta.coop

jueves, 24 de enero de 2013

SINDICALISMO Y ECONOMÍA SOCIAL: CONDENADOS A ENTENDERSE


Después de muchos siglos de evolución, las personas estamos diseñadas genéticamente para buscar el beneficio propio. Pero en esta evolución hemos dado un salto cualitativo, y ha sido  cuando el individuo se ha dado cuenta de que el beneficio propio está en el beneficio del equipo, de la colectividad. Esto ha hecho que el ser humano viva en Sociedad y tienda a cooperar, ya que es más fácil subsistir como individuos si cooperamos.

La clase trabajadora nacida en la revolución industrial se dio cuenta enseguida de que la única forma de combatir  las condiciones sociales–laborales impuestas por la Revolución Industrial y el auge del capitalismo era su unión. En ese momento nace el Sindicalismo con el objetivo de mejorar colectivamente las condiciones de trabajo y  para defenderse de los abusos de los empresarios.

También nace en esos momentos el cooperativismo como una forma diferente de defender a la clase trabajadora, cambiando la dialéctica de confrontación con el empresariado por la de creación de empresas y generación de riqueza desde postulados diferentes.
 


El sindicalismo y la economía social, vidas paralelas que tiene que dejar de serlo

Dice el artículo 129.2 de la Constitución española: “Los poderes públicos promoverán eficazmente las diversas formas de participación en la empresa y fomentarán, mediante la legislación adecuada, las sociedades cooperativas. También establecerán los medios que faciliten el acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción.”

Es un artículo que me gusta especialmente, y que da mucho sentido a las posibilidades de cooperación entre la economía social y el sindicalismo.

El sindicalismo tiene como aspiración el que la clase  trabajadora organizada, sea capaz de dirigir la economía y ponerla al servicio de las personas, tal y como sugieren los principios de economía social: “Primacía de las personas y del fin social sobre el capital, aplicación de los resultados en función del trabajo aportado, promoción de la solidaridad interna y con la sociedad e independencia de los poderes públicos”.

El sindicalismo y la economía social, tienen ante sí varios retos:

• Buscar mecanismos de colaboración en los temas de mutuo interés.

• Analizar el papel del sindicalismo y de la economía social en estos tiempos de crisis

• Orientar a los trabajadores/as, ocupados y desempleados, sobre las posibilidades de asociarse en autoempleo colectivo.

Avanzar en estas líneas puede tener traducciones que pueden ser muy positivas, en cuanto a mejora de las condiciones de trabajo, formación de los trabajadores-as, salud y seguridad laboral, avanzar hacia producciones ecológicas, trabajar con criterios de responsabilidad social… Todo ello desde la participación y la implicación de las personas.

Desde la economía social debemos avanzar en profundizar en nuestro modelo de gestión y de hacer empresa. Es probable que en empresas de economía social, que han olvidado sus orígenes, se haya producido también “malas prácticas”, como ausencia de negociación colectiva, explotación de la mano de obra asalariada y, por tanto, ausencia de diálogo entre socios-trabajadores, asalariados, lo que ha contribuido en ocasiones a que haya habido reticencias en colaborar.

Pero una cosa está clara, la economía social y el sindicalismo deben encontrarse de forma efectiva, en la práctica del día a día, no solo en declaraciones de buena amistad. No podemos permitirnos seguir coexistiendo los unos al margen de los otros, porque las razones del inicio del movimiento sindical y de los movimientos asociativo-productivos-cooperativos son muy semejantes y los objetivos siguen siendo muy parecidos; asociar conocimientos, capacidades y recursos por parte de un colectivo de trabajadores/as y que tienen que ver con la sociedad del conocimiento, la investigación y el diseño de proyectos de todo tipo: industriales, de infraestructuras, y también de servicios a las personas y a las instituciones.

 

Pepe Albors         p.albors@fevecta.coop

jueves, 10 de enero de 2013

EL CONFLICTO ESTRUCTURAL EN LA COOPERATIVA


Definimos la cooperativa como una empresa que asocia voluntariamente a personas físicas, y que mediante la aportación de trabajo y capital realizan cualquier actividad económica lícita, con el objetivo de proporcionar a sus socios trabajo en las mejores condiciones laborales posibles.
En este sentido, la cooperativa representa un modelo de empresa en el que los objetivos económicos y empresariales se entremezclan con otros de carácter social. Por lo tanto, una cooperativa tiene una doble dimensión: la social y la empresarial.

La cooperativa es una sociedad formada por personas que son titulares de una empresa, donde trabajan las mismas personas que forman la sociedad.

Hemos de decir por tanto que, si la empresa cooperativa no es capaz de producir bienes y servicios y venderlos en el mercado siendo competitivos, la sociedad cooperativa no tendría sentido, porque la labor fundamental de la empresa es producir riqueza,  y la labor fundamental de la sociedad es decidir el reparto de esa riqueza con criterios democráticos y de responsabilidad social.

Por ese motivo, en la cooperativa no se da el conflicto que se da en la mayoría de las empresas de CAPITAL/TRABAJO, ya que éste no tiene sentido, al ser los miembros de la sociedad y de la empresas SOCIOS TRABAJADORES.
Por el contrario, el conflicto en la cooperativa se da entre SOCIO/ESTRUCTURA.

Desde FEVECTA defendemos que la cooperativa puede convertirse en un paradigma de empresa excelente y competitiva si sabe aprovechar los elementos diferenciadores respecto a otros modelos de empresas. Por ejemplo:
             - La identificación capital-trabajo
            - La participación en las plusvalías generadas: El equipo recibe el resultado de su propio esfuerzo
            - La participación democrática en los procesos básicos de decisión
            - La facilidad de implementar procesos de decisión descentralizados
            - La proximidad de la estructura técnica y la estructura societaria
            - La facilidad para identificar objetivos comunes para el desarrollo de la organización

Para que estos factores diferenciadores sean elementos de competitividad, ha de haber un entendimiento entre los miembros del triángulo COLECTIVO SOCIOS, CONSEJO RECTOR, ESTRUCTURA DIRECTIVA.

La mayor parte de los problemas que se producen en el seno de las cooperativas no son debidos a la naturaleza del hecho cooperativo, sino a la manera de cómo los socios, su estructura y sus consejos rectores funcionan.

El problema radica en que muchas veces estas ventajas competitivas que hemos mencionado, se convierten en inconvenientes:
             - La participación se convierte en “partipacionitis”: todos saben y opinan de todo (como en los debates de TV), las discusiones se hacen interminables pierden nivel técnico, los planes se discuten sin saber del tema, etc.
            - No hay conflicto capital trabajo: hay conflicto socio-estructura
            - La igualdad en la participación se convierte en igualitarismo ramplón: todos a cobrar igual… No hay definición de niveles de responsabilidad
            - El sentido de avance, de reto para garantizar la capacidad competitiva se pierde. Lo más importante es el corto plazo, ganar más, cobrar más retornos. El sentido de la inversión se diluye
            - No hay un cambio en la cultura organizativa: se entra en la cooperativa por una serie de circunstancias, pero ello no supone que uno se haga cooperativista

En definitiva, se quiere tener las ventajas de una situación cooperativa, pero sin asumir los retos y exigencias que supone una EMPRESA COOPERATIVA.

Muchas veces los cooperativistas se olvidan de lo más determinante: No hay cooperativa si la empresa no funciona.


Pepe Albors                     p.albors@fevecta.coop