Como decía Groucho Marx,
“la principal causa del divorcio
es el matrimonio”. Así ocurre también en las cooperativas, la principal
causa de su disolución es la cooperación. Especialmente la cooperación mal
entendida o la mala cooperación.
Esto me ha recordado una noticia que leí sobre las
partículas de Majorana. El pasado año 2012, el año
en que se descubrió el Bosón de Giggs, unos científicos holandeses lograron la
primera evidencia de la existencia de unas partículas subatómicas denominadas
de Majorana, en honor al científico italiano que propuso su existencia. Estas
partículas tienen la propiedad de actuar como su propia antimateria y
aniquilarse a sí mismas.
Ésto me ha hecho pensar si en las cooperativas a veces no
ocurrirá lo mismo. Desde hace tiempo he observado este fenómeno en algunas de
ellas; la capacidad de aniquilarse a sí mismas. Me pregunto si las cooperativas,
al igual que las partículas de Majorana, serán al mismo tiempo cooperativas y
anticooperativas, que al final acaban destruyéndose a sí mismas.
Entre los muchos
casos que podría relatar de cooperativas que han acabado autodestruyéndose, recuerdo el caso en el que en una cooperativa
se votó, por parte de la asamblea, solicitar un crédito para pagar las pagas
extraordinarias a los socios, en una época de crisis económica y baja solicitud
de pedidos, a pesar de la negativa del Consejo Rector y la dirección.
Decisiones como ésta supusieron el
principio del fin de esa cooperativa. Podría relatar otros muchos casos en los que
las cooperativas han tomado decisiones que, a priori, cualquier socio de la
misma aplicando el sentido común nunca hubiese tomado, pero que colectivamente
acaban tomando y ejecutando.
¿Es posible
que en el ADN de la cooperativa esté su propia destrucción como empresa? Lo que
nos hace fuertes como empresas, es decir, la democracia participativa y la
cooperación de sus miembros, a veces es lo que nos mata como empresas. Cuando
la participación deviene en “participacionitis”, cuando sus miembros no
cooperan desde la igualdad y la responsabilidad, sino desde la suma de egoísmos
compartidos, se dan las circunstancias propicias para la autodestrucción.
Participar y
cooperar no es fácil, se necesita de un aprendizaje previo. Muchas personas
llegan al mundo de la cooperación con ideas y expectativas falsas, la igualdad
se convierte en ocasiones en igualitarismo ramplón, no hay niveles de responsabilidad,
etc. Como decía Jose María de Arizmendiarreta, impulsor del fenómeno
cooperativo de Mondragón: el cooperativista no nace, sino que se hace.
En el proceso de cooperar hace falta mucha comunicación y
hay que tener habilidades sociales para
que esta comunicación sea efectiva. No es fácil, pero la buena noticia es que
se puede aprender. Por eso es fundamental la formación permanente de las
personas socias de la cooperativa.
Pero
pese a las dificultades que conlleva la cooperación, hay que recordar el dato
de que las cooperativas tienen un nivel de mortalidad mucho más bajo que la
empresa de capital.
¿Es
tu cooperativa una cooperativa Majorana?