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martes, 23 de abril de 2013

DISENTIR ES DE SABIOS


Cada vez parece más difícil alcanzar la sabiduría. Me explico: En un mundo en el que los avances tecnológicos y científicos se aceleran hasta el punto de que somos incapaces no ya de entenderlos, sino de asumir siquiera el hecho numeroso de los ingentes hallazgos que se publican a diario, así como sus correspondientes repercusiones en nuestra vida cotidiana, parece haber mayor exigencia intelectual a la hora de alcanzar la noble condición de persona sabia.

No querría pensar que los sabios, esas personas a las que atribuimos una especial manera de interpretar el mundo y que atesoran profundos conocimientos en una o varias materias, ciencias o artes, están en vías de extinción. Porque los sabios son valiosos, aunque no coticen en bolsa o seguramente por ello. Son referente y guía, casi siempre de manera involuntaria, para la ciudadanía responsable que se mira en ellos a la hora de ser y de actuar en un mundo complejo, por el que cada vez nos es más dificultoso transitar.

Con la muerte hace unos días de José Luís Sampedro, perdemos a otro de esos sabios. Este economista, escritor y pensador se había convertido en un referente moral para muchas personas y colectivos sociales. En estos tiempos de codicia y desmesura, Sampedro escribía y hablaba de la importancia de poner a la persona y su bienestar en el centro de la economía, de la vida. Era un pensador crítico, icono intelectual de los indignados en nuestro país, que alzaba la voz, siempre con cordura y discreción, para denunciar las injusticias sociales, las actitudes insolentes de los prepotentes y las políticas que se desvían del bien común.



De entre todo lo que se ha escrito de Sampedro tras su muerte, me quedo con una palabra que se ha utilizado para definirle, para loarle: Disidente. Necesitamos más disidentes, más sabios que se salgan del dictado, que cuestionen las directrices y los discursos que van conformando un pensamiento único. Necesitamos referentes que vengan a sustituir a los que se van yendo, porque sin ellos, me temo, estamos perdidos.

Sampedro formaba parte de una generación irrepetible. Una generación que atesoró sabiduría como fruto de vivir en primera persona acontecimientos sociales, económicos y políticos que han sido trascendentes para nuestra historia. La vida se puede vivir de muchas maneras; los hechos y acontecimientos te pueden dejar huella, puedes aprender de ellos, o por el contrario puedes ser ajeno a todo. Y la generación de Sampedro vivió cinco regímenes políticos distintos y una terrible guerra civil, algo que quizá imprimió en ella una especial sabiduría que no veo en generaciones posteriores.

Pues bien, quedémonos con el mensaje humanista de Sampedro, con sus enseñanzas, su literatura, su visión de una economía más humana y más justa. No es fácil cambiar las cosas, tampoco en democracia, y menos para que perduren, pero sólo desde las ideas y la razón es posible hacerlo. Por eso necesitamos referentes, sabios… Gracias Sampedro. Adiós, maestro. 


Ana Real                    ana.real@fevecta.coop

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